Ver, oír y no creérselo

En las obras literarias, sean escritas o audiovisuales, los anacronismos léxicos afean el texto y restan verosimilitud; los sintácticos, también, pero se notan menos.

Así, es una pena que en una obra audiovisual ―original o traducida― en la que se ha gastado un dineral en vestuario y maquillaje, tras un enorme esfuerzo de localización de exteriores, con un trabajo ímprobo de reproducción de mobiliario y con un estudio profundo de las armas y los animales, aparezca un tipo del siglo XVII y suelte un «y punto». Ya no se ven las flechas ni el caballo ni el castillo; parece que el pavo esté acodado en la barra de un bar con un botellín en la mano.

Resulta que me dio por ver la serie Isabel sin más ánimo que verla. Los hechos históricos parecen bien documentados, lo mismo que toda la ambientación; sí, claro, Isabel y Fernando debían de ser más feos, pero esto es una serie de televisión. O sea, que todo parece creíble y muy bien hecho… hasta que se oye en boca del rey Fernando de Aragón: «Lo más difícil está por llegar». Entonces el cerebro de un hablante entrado en años empieza a rebotar en el cráneo porque, sin saber desde cuándo se usa esa expresión, juraría que es bastante moderna y que, de hecho, es un calco que ha triunfado y que no le cuadra a un rey en una escena que ocurre antes de 1470. A partir de ahí, ya es imposible ver la serie sin más ánimo que verla: me pongo ante la pantalla con las orejas más enveladas que las de un podenco tras una liebre.

Vaya por delante que esto no es un análisis de uso histórico adecuado de la lengua en la serie (no tengo capacidad para hacerlo y seguro que hay errores que no detecto). Tampoco es una crítica de la simplificación de la lengua y otros trucos del medio audiovisual, que genera productos de ficción y debe usar todo lo que los haga atractivos. Ahora bien, la verosimilitud no puede perderla. A eso vamos.

De a día de hoy, decía yo que era un calco no aceptado, pero que no pasaría mucho tiempo antes de que se incorporara al elenco de locuciones adverbiales. Así es, pero, aunque incorporada y de uso masivo, no cuela que sonara a finales del siglo XV.
Torquemada (t2 e7): … hago saber que a día de hoy el tribunal de la Santa Inquisición comienza su labor en Sevilla.
Gonzalo de Córdoba (t2 e9): Las murallas de las plazas árabes a día de hoy son insuperables.
Luis de Tremoille (t3 e8): A día de hoy, nada os pedimos. (Este era francés; se lo podemos perdonar).

Las locuciones adverbiales en el pasado y en el futuro también son calcos impropios del castellano, más aún del medieval, y, por lo general, innecesarios. Ahí suenan:
Isabel (t2 e3; a Fernando): [Inglaterra] Ya fue invadida en el pasado…
Gutierre Gómez de Fuensalida (t3 e12; a Felipe el Hermoso): En el pasado, el rey Alfonso de Portugal invadió…
Gutierre Gómez de Fuensalida (t3 e12;  a Isabel): ¿Cómo esperar que no haga lo mismo en el futuro?

El verbo ostentar tenía un significado muy preciso, que se ve en el adjetivo ostentoso. El uso lo ha llevado a significar, también, ‘ejercer un cargo’, pero en boca de los personajes de la serie su significado debería ser el original, no el recién adquirido.
Isabel (t3 e2; se dirige a Cisneros, que de ostentoso tenía poco): Desde hoy ostentáis el cargo de provincial de la Orden Franciscana.

Peor es el mal uso del verbo detentar, que, de momento, no ha aumentado sus acepciones. Desde luego, Talavera nunca diría que Isabel hacía algo ilegítimo.
Hernando de Talavera (t2 e3; habla de Isabel): Ahora el poder lo detenta una mujer cuya rectitud y devoción el mismo san Jerónimo alabaría.

Y hablando de verbos anacrónicos, resulta que incautar no está en el Diccionario de autoridades (1726-1739) y su primera aparición en el corpus del actual Diccionario histórico de la lengua española (CHE, s. XII-1975) es de 1877. Sin embargo, en el episodio 11 de la primera temporada se oye tres veces:
Alfonso Carrillo (a Chacón): Las fuerzas del rey han entrado en Toledo y han incautado mis bienes.
Fernando de Aragón (a un prisionero): Y no incautaré vuestros bienes.
Enrique IV: Mandad soldados a todos los lugares, que incauten la carta…

Por lo visto, Enrique IV era un adelantado a su tiempo, pues en el mismo capítulo exclama: «Es dura de pelar mi hermana». Muy pertinente para referirse a Isabel; ¡lástima que la primera aparición de esa expresión ocurra en 1849! (cf. CHE).

El plural distributivo también es frecuente. Puede que ese calco del inglés se asiente en castellano, pero en esta serie, sobre todo acompañado de un posesivo, le da un aire moderno que, probablemente, refleja el habla del guionista:
Isabel (t2 e3; a su hija Juana): Ese día comprenderéis… cuán diferentes serían vuestras vidas de no haber nacido del vientre de una reina…
Fernando (t3 e3; a Isabel): Son muchos los que han cruzado la mar océana arriesgando sus vidas por Castilla. (Curiosamente, en la transcripción arregla: … arriesgando la vida).
Isabel(t1 e11): Y no les culpo […] Que los soldados abrillanten sus espadas. […] Nadie ha de notar preocupación en nuestras caras.

Ese leísmo podría ser un rasgo incorporado a propósito para caracterizar el habla del personaje (¡ojalá!). Quizá esa era también la idea al hacerle decir al desabrido Carrillo: «Que mováis pieza de una puta vez». ¿Suena a finales del siglo XIV?

La serie no escapó a la moda de calcar expresiones molonas; solo que su calco ha empezado a molar en el siglo XXI.
☢ Isabel (t2 e9): Habéis hecho lo correcto.
Peralta (t2 e9; a Fernando): Lo supe por un emisario francés que está de camino.
No parece probable que la católica reina estuviera influida por la expresión the right thing y el emisario estaba camino de algún sitio, pero no de camino.

Y Muley Hasan quizá no tenía claro que se equivoca quien decide, pero que no yerran las cosas ni las decisiones; o tal vez era un visionario y vislumbraba que este calco léxico también iba a ponerse de moda más de quinientos años después:
☢ Muley Hasan (t2 e8): Una vez más habéis tomado la decisión equivocada.

Entre los anacronismos que más me irritan está el uso adocenado y bobalicón de la preposición desde.
☢ Riudecanyes (t3 e1; a Andrés de Cabrera): Desde el Consejo de Ciento haremos todo lo posible para que los reyes lo encuentren todo a su gusto.
☢ Luis de Tremoille (t3 e3; al papa): Desde la sensatez os sugiero que reconozcáis a su majestad como rey de Nápoles cuanto antes.

Parece ser que quien escribió los diálogos de Luis de Tremoille se tomó muy en serio que se notara que era francés y su castellano tenía sus cosillas; y, sin embargo, la estructura galicada, que tan bien le hubiera cuadrado, se la puso al rey de Portugal:
Manuel I de Portugal (t3 e8): Es por eso que os tiendo la mano… (En la transcripción, mejora: Os tiendo la mano).

Y, como no podía ser de otra manera aunque era fácil evitarlo, aparece uno de los anacronismos léxicos más comunes en los textos de ficción:
Isabel (t1 e11): Traedme pergamino y pluma… Responderé lo menos deshonesta y más templada que pueda.
La reina Isabel podía ser muchas cosas, pero ¡¿deshonesta?! Probablemente querían decir ‘insincera, poco veraz, falta de honradez…’, pues la honestidad tenía su significado propio y exclusivo hasta hace muy poco y no aludía a la honradez ni, mucho menos, a la sinceridad).

En otro orden de cosas, resulta curioso que, a lo largo de toda la serie, los musulmanes llaman Alá a Dios. Se puede argüir que muchos musulmanes usan esa palabra árabe, que designa al dios abrahámico, como si fuera distinto en su religión que en las otras dos; venga, sí, pero es que, en esta ficción, los judíos usan el nombre Yahvé, que un judío no pronuncia nunca (una sola vez se emplea la denominación más usual Adonai). ¡Uy!, otro descuido relacionado con la lengua: claro que, si no se ha cuidado mucho el castellano, ¡cómo iban a pensar que alguien se fijaría en los detalles relacionados con el hebreo y con el árabe! También es un detalle, sí, pero un texto árabe con las letras sueltas es tan irreal que hace daño a la vista. Provoca cierta ternura pensar en la persona a la que le endilgaron la tarea de generar un texto en árabe con un «busca algún programa en Internet que lo traduzca». (Al Ayuntamiento de Barcelona le colaron el mismo gol en las luces de Navidad que colgaban por toda la ciudad en el 2012).

Cierto, es una obra de ficción; por tanto, los diálogos no son reales, como no lo son los muebles ni los vestidos ni los castillos, pero los muebles, los vestidos y los castillos lo parecen; es decir, son verosímiles, que es lo que debe ser la ficción. Sin embargo, a veces, los diálogos no lo son. Por otra parte, todos los personajes hablan igual: reyes, damas, soldados, Colón, Cisneros, viejos, jóvenes, moros, cristianos, judíos… De nuevo, se trata de verosimilitud.

Seguro que algún tipo de asesoría hubo, porque nadie se atrevería a usar a lo largo de tres temporadas el tratamiento «su alteza» sin estar seguro de que ese era el que se daba a los reyes. No obstante, a mis oídos, no fue suficiente para pensar que la serie estaba cuidada en todos sus aspectos.

Dicho de otra manera, se entiende todo y casi nada es incorrecto, pero eso no basta para crear un buen texto y ofrecerle al lector o al espectador un buen producto. Es una serie de televisión y su elemento principal es la imagen; ¿el principal o solo uno de ellos? ¿Tendría el mismo tirón si fuera muda? ¡Ah!, entonces, el texto es fundamental también; de hecho, en esa serie apenas hay momentos sin diálogo.

El hecho de que una palabra ya esté en el diccionario con un significado concreto no la hace idónea para cualquier uso y que una construcción sintáctica sea de pleno uso no implica que sea adecuada para todos los personajes ni para todos los textos. Así que los guionistas, los escritores y los traductores deberían poner un cuidado exquisito en que cada obra y cada personaje se caractericen lingüísticamente; y los productores y los editores tendrían que velar por ello.

Iba a escribir que los correctores también deben estar atentos a esas circunstancias, pero para eso tendrían que contar con correctores en las producciones audiovisuales (no revisores de la traducción, sino correctores profesionales y, a ser posible, buenos). En los créditos finales de la serie Isabel aparecen más de 150 personas, entre ellas, ayudantes, refuerzos y becarios de aspectos muy diversos. Es, por tanto, admirable el cuidado que han puesto en los detalles. ¿En todos? No; entre esos nombres no hay ni un solo corrector, asesor lingüístico ni revisor de textos… y seguro que el coste de una persona que hiciera ese trabajo sería una minucia en el monto total. Por qué poquito se pierde lustre y prestigio a ojos y oídos de algunos que nos fijamos en la lengua.

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Las imágenes que aparecen aquí ↓ no tiene nada que ver con este blog.

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Locuciones buldócer

Cuando se pone de moda una expresión, se convierte en un buldócer léxico que pasa por encima de todas las que significan algo similar o lo parece. Lo mismo ocurre con los adverbios y las preposiciones; ahí están los ejemplos de la pluriempleada donde, de la ya cansina desde y de la inflacionada hasta. Con las locuciones adverbiales y preposicionales el efecto se acerca al de la canción del verano: como no podía ser de otra manera, preparamos una barbacoa despacito, no, lo siguiente, en base a la gozadera que es lo que viene siendo una booomba colgando en las manos de redactores y políticos. Aquí van cuatro de esas locuciones; la primera, que es repe, al ritmo que va, pronto habrá incorporado el significado que, de momento, no tiene.

MÁS ALLÁ

La locución adverbial más allá está formada por dos adverbios: más y allá, y sumarlos no los metamorfosea; más bien es una roca sedimentaria. El caso es que significa ʽpasado alláʼ y el allá puede ser espacial o temporal.
Más allá de la calidad del texto, se ve enseguida si ha tenido una corrección buena por las locuciones adverbiales; y por las comas.

Si alguien se siente tentado de usar ese más allá con el sentido que se le quiere dar en el ejemplo anterior, puede tirar de al margen de, sin tener en cuenta, dejando de lado, aparte de, diferente de, independientemente de, sea cual sea, que no sea.
Sea cual sea la calidad del texto, se ve enseguida si ha tenido una corrección buena por las locuciones adverbiales; y por las comas.

Esas pobres locuciones adverbiales marginadas y arrinconadas deberían despertar oleadas de solidaridad.
Más allá de Sin tener en cuenta los 20 euros que me costó el botijo, lo que voy a gastarme este año en sandías me desequilibrará el presupuesto de todo el año.
Más allá de Dejando de lado alguna que otra lipotimia, tener una galbana de campeonato es lo que toca en verano, ¿no? Es que parece que nadie se lo esperaba.
Más allá de Además del interés por la paella y la sangría de los chiringuitos, no sé qué gracia le ven los guiris a andar por la solana a mediodía.

También hay quien cree que más allá significa ʽsinʼ.
El valor intrínseco de la morcilla está más allá de toda discusión.
♦ El valor intrínseco de la morcilla no ofrece/admite ninguna posibilidad de discusión.
♦ No es posible cuestionar el valor intrínseco de la morcilla.
♦ La morcilla presenta un valor intrínseco sin posibilidad de discusión.

No obstante, más allá alberga más de un significado. Puede significar ʽmás lejosʼ, en el espacio o en el tiempo.
No veo nada más allá de la primera línea de sombrillas. Y no hago planes para más allá de este fin de semana.

Y cuando se convierte en sustantivo significa ʽtan requetelejos que nadie ha vuelto a contar lo que hayʼ.
No me veo en el más allá. Que igual el sitio es chulo, pero eso de tener que morirse para llegar…

POR ORDEN DE / DE ORDEN DE

Los comunicados de los alcaldes tienen otro tono desde que no existen pregoneros, pero nos siguen llegando los mandatos de orden (ʽpor mandato deʼ) del señor alcalde y no por su orden, que sería otra cosa.
De orden del camarero del chiringuito, que te tomes la caña y el gazpacho por su orden, es decir, primero la una y luego el otro.

O sea, de orden de significa ʽpor mandato deʼ y por orden significa ʽsucesivamenteʼ. Además, en orden a significa ʽrespecto aʼ y ʽcon el fin deʼ ʽparaʼ. Y todo eso más allá de al margen de la locución del orden de, que indica estimación o aproximación.
Había del orden de 300 hormigas en la cocina. Las fui contemplando por orden de llegada a medida que entraban en orden, o sea, bien formada la fila, en orden a ir dándoles con la mano del almirez, una por una, de orden de la señora de la limpieza.

A RESULTAS DE / DE RESULTAS DE

Pues resulta que a resultas no es una locución de primera; o no lo era. La buena era de resultas, que significa ʽpor efectoʼ o ʽpor consecuenciaʼ. (María Moliner y el DLE no recogen a resultas, pero Seco, Andrés y Ramos, sí).
A resultas del uso, las locuciones se van retorciendo y modificando. Más allá de su forma, algunas también cambian de significado.
De resultas del uso, las locuciones se van retorciendo y modificando. Independientemente de su forma, algunas también cambian de significado.

EN TANTO / EN CUANTO

La locución en tanto significa ʽdurante el tiempo que ocurre algoʼ y también puede ser entre tanto, entretanto y mientras tanto.
En tanto sea verano, gazpacho todos los días de aperitivo.

No sirve para decir qué papel desempeña alguien o algo; para eso esta en cuanto.
En tanto refresco veraniego, las sopas de ajo son poco apreciadas.
En cuanto que refresco veraniego, las sopas de ajo son poco apreciadas.

Ahora bien, esta, versátil y volandera, puede hacer más cosas. Seguida de un verbo, marca el momento en el que empieza a ocurrir algo.
En cuanto empieza el verano, las sopas de ajo son poco apreciadas.
(También tiene de duración, como si fuera un mientras, pero es de poco uso).

Efectivamente, las locuciones y su significado cambian con el uso; a fin de cuentas, los hablantes hacen de sus locuciones un sayo y se lo quitan si quieren aunque no sea 40 de mayo. Pero, de momento, no dejo ni un más allá con cabeza en los textos que pasan por mis manos. Uníos a mí en la LLLLL: Liga por unas Locuciones Lustrosas, Lapidarias y Leales. Eso o que los diccionarios registren de una vez más allá con el significado que le da todo el mundo, ¡coñe ya!

Elogio, o no, del pleonasmo

El pleonasmo consiste en usar palabras que dentro de la oración repiten información aportada por otras. Por lo general, se considera feo, hasta el punto de que, en su segunda acepción, el DLE dice que es «demasía o redundancia viciosa de palabras». Pero lo cierto es que todos nosotros hablamos y escribimos con pleonasmos continuamente; sin ir más lejos, en la oración anterior al punto y coma hay un par, pues la terminación de los verbos ya expresa un nosotros y, en vista de que no hay restricción alguna, ese todos repite la información del nosotros.

Hay casos de pleonasmo que resultan palmarios.
Echaron a volar en dirección hacia el norte.
La locución en dirección a significa exactamente lo mismo que la preposición hacia. (¿Todo el mundo ha visto el pleonasmo de la oración anterior?; ¿o exactamente lo mismo no es pleonástico?). El texto queda más simple así:
♦ Echaron a volar hacia el norte.
♦ Echaron a volar en dirección al norte.

Y aquí, un pleonasmo de doble tirabuzón:
El timador, dirigiéndose a los incautos, les dijo: «La homeopatía ha demostrado su efectividad».
Ahí, dirigiéndose repite la información del verbo dijo; además, el pronombre les repite el destinatario. La oración sería más sencilla así:
♦ El timador, dirigiéndose a los incautos, dijo: «La homeopatía ha demostrado su efectividad».
♦ El timador dijo a los incautos: «La homeopatía ha demostrado su efectividad».

Claro que la duplicación del complemento indirecto e, incluso, del directo, es una estructura pleonástica que resulta natural en español y es obligatoria a veces.

Hay pleonasmos feos cuya única intención parece ser alargar una frase; o quizá quien la redactó no dedicó un rato a pulirla y hacerla más elegante.
Se sintió totalmente desorientado al ver las diferentes opciones que se le ofrecían.
Se sintió desorientado al ver las opciones que se le ofrecían.
No parece que totalmente y diferentes añadan nada a la oración.

Y requetehorrorosos son esos pleonasmos tan típicos de los libros de autoayuda y de textos que pretenden pasar por megaenrollados, superamigables e hiperimpactantes.
Autocompadécete de ti mismo y siéntete autocomplacido por autoayudarte a salir de dentro de la profundidad del hondo pozo de la tristeza.
Compadécete de ti mismo y siéntete complacido por ayudarte a salir del pozo de la tristeza.
Una vez escardado el léxico (el contenido no hay quien lo adecente), todavía queda ese compadécete de ti mismo, pero esa redundancia es conveniente para evitar la ambigüedad a que da pie el uso pronominal del verbo compadecer.

Cabe decir que con mucha frecuencia los adverbios y algunos adjetivos son bastante pleonásticos; como acaba de ocurrir en la frase anterior: ¿qué diferencia hay entre frecuencia y mucha frecuencia?; ¿y entre bastante innecesario e innecesario? Ninguna.

En realidad, no hay ninguna diferencia cuantificable, pero sí la hay desde el punto de vista estilístico y expresivo. Las dos formulaciones siguientes dicen lo mismo:
♦ Mira, hija, con la nieve puedes hacer pequeñas bolitas redondas —dijo, modelando con las dos manos una porción de la blanca agua helada.
♦ Mira, hija, con la nieve puedes hacer bolitas —dijo, modelando con las manos una porción de la blanca agua helada.

Cierto, se puede prescindir de pequeñas y de redondas porque ambas ideas están en la palabra bolitas, pero el efecto que produce en el lector la forma sin pleonasmos no es el mismo (ni, probablemente, el que produciría el padre en la niña). Y el numeral dos no aporta información a las manos; de hecho, se podría reducir más: modelando una porción de agua helada, ya que las cosas se suelen modelar con las manos; si hubiera hecho las bolas de nieve con las orejas, sí convendría explicitarlo.

El uso de esos pleonasmos puede ser una elección del autor y, en ese caso, poco hay que decirle. Menos pertinente serían esos mismos pleonasmos en un recetario de cocina para describir la elaboración de los buñuelos de bacalao.
Haz con las dos manos pequeñas bolitas redondas de la masa que has preparado previamente.
Haz bolitas de la masa que has preparado.

La segunda frase no impele a hacer bolas grandes ni cuadradas y la conjugación (pretérito perfecto compuesto) del verbo preparar encierra un previamente. Por tanto, a no ser que haya que rellenar páginas, la segunda forma es más adecuada, ya que la información concisa se asimila mejor. Si estás en la cocina, con el libro de recetas y metido en harina (literal y metafóricamente), lo que menos necesitas son circunloquios y despistes; por tanto, en ciertos tipos de texto, cuantos menos pleonasmos, mejor.

Pero el pleonasmo no es el mal. Hay algunos que explican más de lo que parece.
Solo se atiende con cita previa.
¿Que toda cita es previa? Sí, pero lo que dice es que no te presentes en la oficina o la consulta esperando que te atiendan media hora más tarde; debes pedir la cita con cierta antelación. A buen entendedor, un pleonasmo basta.

Por otra parte, en español la negación es a menudo obligatoriamente redundante y a los hablantes no nos da ningún problema. De eso hablaba aquí.

Es más, hay pleonasmos incontestables, insustituibles, inevitables. Esa madre que le dice a su hijo:
Pasa palante. Entra adentro y no vuelvas a salir afuera sin mi permiso.
Al niño no le va a parecer que los adverbios adelante, adentro y afuera sean pleonásticos de sus verbos respectivos. Por el contrario, añaden información, sobre todo si la madre los pronuncia con cierto tono; es más, los tres significan lo mismo: ‘que no te lo tenga que repetir, que me tienes hasta el moño’. Esa acepción no figura en los diccionarios, pero la comprenden todos los hablantes de la lengua.

O esa adolescente que pilla a su novio espiándole el móvil y le suelta:
No quiero volver a verte nunca jamás de los jamases en toda mi vida.
Para mi gusto, pocos pleonasmos tiene esa oración.

Así que, antes de borrar o evitar un pleonasmo, vale la pena pensar si cumple alguna función, si ayuda o estorba, si alarga y enmaraña o refuerza y matiza: no es lo mismo haber visto un fantasma que haberlo visto con mis propios ojos. Claro que verlo en la noche oscura, con una suave brisa moviendo las volátiles cortinas, durante breves instantes, mientras te quedas aterido de frío, pensando en las consecuencias derivadas de que las opiniones personales del protagonista principal usen falsos pretextos para lograr el resultado final… es otra cosa; otra cosa muy distinta.

río hozgargantaa

Que la vida es un pleonasmo uno lo empieza a comprender más tarde. Y todo eso lo cuenta y lo explica mucho mejor el gran gramático Ignacio Bosque en el artículo «Sobre la redundancia y las formas de interpretarla».

Nimiedades caniculares

El verano es propicio a la galbana, así que para evitar movimientos innecesarios rebuscando en la alacena un bote de atutía que remedie alguna fruslería textual aquí van cuatro preparados exprés de dosis única. La selección responde a un criterio básico: estoy harta de encontrarme esos errores, tanto en textos que corrijo como en libros que leo por puro placer; un placer que, en cuanto encuentro uno de esos errores, se me corta cual mayonesa preparada con huevo recién sacado de la nevera.

Una tilde que no va

A veces como es una conjunción, no un adverbio; es decir, no introduce la manera en que ocurre algo, sino que anuncia que acontece algo. Pues bien, en ese caso, no lleva tilde. Está explicado con detalle en otra dosis de atutía y para resolverlo rápido basta con sustituir como por que; si dice lo que tenía que decir, es conjunción.
Pudimos oír cómo como [= que] le gritaba a su hermano. […] Me contaba cómo como [= que] durante mucho tiempo no había hecho otra cosa sino leer. […] Me pasé todo el día sentado observando cómo como [= que] iba convirtiéndose en otra persona.

Las tres frases anteriores pertenecen a una novela de un premio nobel publicada en España por un gran grupo editorial. Ninguno de los tres como debe llevar tilde (si bien, sin contexto, el tercero admite cierta discusión). ¿Por qué no ha tenido una buena corrección? Porque como ningún lector se quejará, nos timan: extraordinario autor, buenísimo traductor, excelente maquetación, buenísima impresión, notable mercadotecnia y superlativa distribución, pero nula o pésima corrección; y varias correcciones buenas es el mecanismo de control de calidad de un texto, así que sin ellas el producto que se vende está mal acabado y poco cuidado.

El verbo haber es impersonal

Hay más detalles en el apartado «Conjunciones capadas» de la dosis de atutía dedicada a la impersonalidad, pero la prueba del nueve para este verbo impersonal no puede ser más sencilla.
Ya de buena mañana hayan hay muchas medusas en la playa.

¿Que eso no lo dice nadie? Claro, eso no lo dice nadie, pero esto otro…
Ya de buena mañana habían muchas medusas en la playa y por la noche habrán muchas muertas en la arena.

Eso es bastante frecuente y es el mismo horrorismo. Así que lo único que hay que hacer es pensarlo en presente para recordar que, cuando denota existencia, el verbo haber solo se conjuga en tercera persona del singular.
Ya de buena mañana había muchas medusas en la playa y por la noche habrá muchas muertas en la arena.
Y juro que han ha habido un montón de personas a las que les he oído esos habían y habrán, entre ellas gente ilustre e ilustrada.

No va coma antes de la conjunción y, salvo excepciones

Esto no es corto, así que para quien quiera la versión completa hay una dosis de puntuación dedicada a ese agujero negro formado por una conjunción y una coma.

Le ofreció la única butaca de la sala, y ella se sentó como si estuviera cómoda.
Esa frase, modificada, sale de un libro de un autor de prestigio, bien traducido, bien editado… y mal corregido. No hay razón que justifique la coma antes de la conjunción; es más, no hay ninguna excepción a la norma general que permita ponerla.

La misma mujer que se había quedado cerca de él en el exterior del teatro, como absorta en una especie de preocupación cotidiana, ahora se alejaba, y utilizaba, una por una, todas las formas de su seguridad.
Esa frase, modificada, sale de un libro de un autor de prestigio, bien traducido, bien editado… y mal corregido. No hay razón que justifique la coma antes de la conjunción; es más, no hay ninguna excepción a la norma general que permita ponerla. Sí, esta última frase es la misma de dos párrafos antes, pero es que en ese libro el dichoso error de la coma aparece una y otra vez, como si respondiera a la necesidad del traductor (o del editor o del corrector) de respirar, de reflexionar o de hacer una inflexión de la voz al leer en voz alta.

Hay (y había y habrá) quien explica como las comas están para respirar en la lectura. Si así fuera, habría que hacer al menos tres ediciones de cada libro: una normal, otra para practicantes de buceo en apnea (con menos comas que especímenes de foca monje) y otra para asmáticos (con comas a troche y moche). A ver si el criterio para ubicar las comas no es respiratorio ni reflexivo ni ornamental; a ver si va a ser sintáctico y resulta que para puntuar hay que analizar la estructura de la oración.

La plaga de realizar

Y una nimiedad léxica: en nombre de Fernando Lázaro Carreter (cada uno le pone altar al santo que quiere), restringid y limitad el verbo realizar. Es que me he encontrado —en un solo y breve texto— realizar un estofado (cocinar, preparar, estofar, elaborar), realizar la suma (sumarcalcular, operar, solucionar, resolver), realizar mediciones (medir), realizar experiencias (experimentar, poner en práctica el experimento), realizar el seguimiento (seguir, vigilar, observar, monitorizar), realizar actividad física (moverse, hacer deporte), entre otros realizares. ¡Ah!, por cierto, el verbo hacer no da calambre.

Adverbios que parecen molones

De vez en cuando se pone de moda una locución y, de repente, parece que hemos nacido con ella incrustada en la punta de la lengua. Mejor dicho (ya que esto va de usar los adverbios con precisión), no ocurre de vez en cuando, sino continuamente; por ejemplo con las locuciones adverbiales más allá, a bote pronto y alrededor de.

MÁS ALLÁ

La locución adverbial más allá está formada por dos adverbios: más y allá. Perogrullo nos asista, sí, pero tanta perogrullada no será cuando con esa suma hay mucha gente que intenta decir algo que no está ni en los sumandos ni en el resultado. ¿O ya está porque lo manda el uso? Habrá que ver si la moda pasa o asienta el nuevo significado.
Veo poco probable que esta dosis de atutía sirva para algo, más allá de entretener a los lectores del blog.
Veo poco probable que esta dosis de atutía sirva para algo, además de entretener a los lectores del blog.

Si alguien se siente tentado de usar ese más allá que parece molón con el sentido del ejemplo anterior, puede tirar de al margen de, sin tener en cuenta y dejando de lado.
 Más allá de Sin tener en cuenta los 20 euros que me costó el botijo, lo que voy a gastarme este año en sandías me desequilibrará el presupuesto de todo el año.
♦ Más allá de Dejando de lado alguna que otra lipotimia, tener una galbana de campeonato es lo que toca en verano, ¿no? Es que parece que nadie se lo esperaba.
♦ Más allá de Al margen del interés por la paella y la sangría de los chiringuitos, no sé qué gracia le ven los guiris a andar por la solana a mediodía.

También hay quien cree que más allá significa ʽsinʼ.
El discurso del presidente está más allá de toda posibilidad de análisis sintáctico.
♦ El discurso del presidente no ofrece ninguna posibilidad de análisis sintáctico.
♦ No es posible hacer el análisis sintáctico del discurso del presidente.
♦ El presidente nos largó un discurso sin posibilidad de análisis sintáctico.

No obstante, más allá alberga más de un significado. Puede significar ʽmás lejosʼ, en el espacio o en el tiempo.
No veo nada más allá de la primera línea de cerros. Y no hago planes para más allá de la semana que viene.
Y cuando se convierte en sustantivo significa ʽtan requetelejos que nadie ha vuelto a contar lo que hayʼ.
No me veo en el más allá. Que igual el sitio es chulo, pero eso de tener que morirse para llegar…

A BOTE PRONTO

Dice el DLE que esta locución significa ʽsobre la marchaʼ, ʽimprovisadamenteʼ; es decir, no tiene el sentido de ʽconozco otras opciones y esta es la primera que se me viene a la cabezaʼ, sino que tira más hacia ʽa tontas y a locasʼ y a ʽsin pensarʼ.
A bote pronto se me ocurre de entrada como sinónimo de a bote pronto.
Incluso a bote pronto me doy cuenta de que a bote pronto no significa ʽde entradaʼ. Si lo pienso un poco más, doy con de súbito al momento; y con de momento o por el momento si voy a añadir más.

¡Ah! y a voz de pronto no vale para nada. Si acaso, con un artículo en medio y tiene que haber alguien que dé voces.
A la voz de pronto nos pusimos a pelar tomates para el gazpacho. Amodorrados como estábamos, necesitábamos que gritaran ese ¡pronto! 

Sobre el origen de a bote pronto, del que se deriva el significado, se explica muy bien la Wikilengua.

ALREDEDOR DE

Indica que algo no es exacto; es decir, significa ʽaproximadamenteʼ. También (como locución preposicional) significa ʽsiguiendo el contornoʼ, así que decir que hay diversas especies de cucarachas alrededor de todo el mundo significa que hay varias especies del entrañable insecto, sí, y que están bien puestas rodeando el globo terráqueo, en fila, supongo, para no caerse.
Dicen que hay cucarachas alrededor de todo el mundo.
Dicen que hay cucarachas en todo el mundo / repartidas por todo el mundo.

Aprovecho para insistir una vez más en que en el pasado y en el futuro no son buenas locuciones adverbiales de tiempo.

Y a quien tenga la genial originalidad de usar con el significado de ʽmucho, pero que muchísimo más de lo que puedes imaginarteʼ la locución formada por adjetivo + no, lo siguiente quizá le abra nuevos horizontes, más allá de la repetición ad nauseam, seguir la cuenta de Twitter @eslosiguiente: se aprenden adjetivos y adverbios como si no hubiera un mañana (otra que tal baila).

Esto no es lo que era -1-

Vaya por delante que «toda la vida ha sido así» es un argumento lingüístico detestable, absurdo e inútil.

Un DESPUÉS que debe ser un PORQUE o un A RAÍZ DE 

Pero es que toda la vida después había sido un adverbio de tiempo.
Después de denostar el argumento de toda la vida, va la pánfila esta y lo usa; pero justo después, sin esperar nada.

En la forma después de se podía convertir en una locución preposicional, con el significado de ‘a pesar de’.
Después de la paliza que nos da, la correctora esta no es ni coherente.

Nos entendíamos y nos manejábamos bien con el después. Y va y adquiere un nuevo significado; mejor dicho, va y calca un significado que ni tenía ni falta que le hacía.
La tía Angustias empezó a comer todo el gluten que podía después de enterarse de cómo habían ido las cosas en el Neolítico.

¿Da esa frase una pista temporal de cuándo cambió de parecer la tía Angustias? Pues no. Lo que expresa es el motivo de su comportamiento por lo que es mucho mejor redactarla así:
La tía Angustias empezó a comer todo el gluten que podía porque se enteró de cómo habían ido las cosas en el Neolítico.

La razón de que se nos vaya escapando esta manera de precisar si queremos expresar una secuencia temporal o si se trata de una explicación es que sabemos mucho inglés, de manera que, en cuanto vemos un after (un adverbio inglés, no un garito que abre cuando todos cierran), ¡zas!, plantamos un después. No lo hace todo el mundo, claro, pero los redactores mediocres que responden al primer vicio lingüístico con pinta de moderno y los malos traductores se han abonado a ese después-sin-pensarlo. Entonces pueden quedar engendros como este:
Empezó a hacer magdalenas normales después del morro torcido de su abuela.
♦ Empezó a hacer magdalenas normales a causa del morro torcido de su abuela.
♦ Empezó a hacer magdalenas normales porque vio que su abuela torcía el morro.

O puede que sea más preciso pensar en un punto de partida:
Decidió tejer las bufandas a punto bobo después de la experiencia de su prima, que comprobó que cunde una barbaridad.
Decidió tejer las bufandas a punto bobo a raíz de la experiencia de su prima, que comprobó que cunde una barbaridad.

Con esas fórmulas no se agotan las locuciones adecuadas para expresar causa, punto de partida o detonante de una acción. Puede que no valga la pena pensar en ellas si, después de todo, se entiende lo que se quiere decir. Aunque, a fin de cuentas, cuesta poco usar un lenguaje preciso y rico.

Un PREVIO A que debe ser un ANTES DE y jamás un EN EL PASADO

De toda la vida (¡uy!, otra vez), previo ha sido un adjetivo que calificaba a un sustantivo para situar algo antes de otro hecho expresamente citado a, al menos, consabido. Pero no ejercía de adverbio de tiempo; para eso se usaba un sencillo antes.
El aperitivo que sirvieron previo al banquete fue un pelín triste. ¡Ya!, que la doctrina vegana no permite el jamón… Como si las patatas de bolsa no hubieran sido seres vivos previos.
Parece ser que el aperitivo que sirvieron antes del banquete fue cutre. Y las patatas también eran seres vivos previamente a que las metieran en la bolsa.

Otra cosa es ese previamente que aparece hacia el final y que es, ese sí, un adverbio de tiempo, si bien hay que usarlo con cuidado para que no ocupe el lugar que le corresponde al modesto pero eficaz antes.

Para que algo sea previo o suceda previamente, hay que tener clara la referencia temporal. Si no existe tal referencia y solo se proyecta la acción hacia el pasado, lo mejor es tirar de clásicos: antes, en tiempos remotos, antiguamente
Previamente la gente bebía del botijo y el agua fresca le sabía a gloria bendita.
Antes la gente bebía del botijo y el agua fresca le sabía a gloria bendita.
Previamente a la invención de la nevera, la gente bebía del botijo y estaba encantada.

¡Ah!, ya que estamos: ese en el pasado que calca in the past ni es un clásico ni es un adverbio de tiempo.
En el pasado había un botijo en cada casa.
Antiguamente había un botijo en cada casa.

Lo que es muchas veces es una cursilada innecesaria, porque el tiempo verbal ya proyecta la acción allá donde debe entenderla el interlocutor o el lector.
En el pasado la tía Angustias creía que el gluten es malo porque modifica los genes.
La tía Angustias creía que el gluten es malo porque modifica los genes.

Y no hay nada que proyecte más la acción al pasado que un pretérito perfecto.
En el pasado Angustias Sapiens había sobrevivido sin gluten, pero cuando domesticaron los cereales vio que iba bastante bien eso de comer trigo.
Angustias Sapiens sobrevivió sin gluten, pero cuando domesticaron los cereales vio que iba bastante bien eso de comer trigo. Ocurrió hace varios milenios, sí, durante los cuales las penas con pan siempre fueron menos.

Y no digamos un pretérito pluscuamperfecto.
Angustias Sapiens había sobrevivido sin gluten, pero cuando domesticaron los cereales vio que iba bastante bien eso de comer trigo. Para cuando descubrieron el gluten habían transcurrido varios milenios a lo largo de los cuales los descendientes de Angustias habían digerido toneladas de la hoy denostada proteína.

Así que el adverbio después, el adjetivo previo y el sustantivo pasado tienen su significado y su función, y no hace falta adjudicarles las tareas que les corresponden a otras palabras o expresiones.

Falsos amigos I: evidencias

Hay dos humanos que cuando se refieren a pruebas dicen pruebas y cuando se trata de evidencias dicen evidencias. Uno soy yo y el otro, el gran Gonzalo Claros. La verdad es que me consta que somos más de dos y que empezamos a sentirnos como Charlton Heston en el planeta de los simios.

Es cierto que la definición del DLE permite extender a la palabra evidencia el significado de ʻpruebaʼ. El problema es que hacerlo les resta precisión a ambos términos. El gran Fernando A. Navarro en su extraordinario Libro Rojo (que se puede consultar mediante suscripción en Cosnautas) le dedica a la traducción de evidence una completísima entrada: una de las muchas pruebas que hacen evidente que el Libro Rojo no solo es útil para tratar con textos médicos, sino para cualquier trabajo con textos o relacionado con la comunicación.
Buscan evidencias de vida en otros planetas; o sea, esperan encontrar moléculas similares a aquellas que formaron la sopa primigenia propugnada por Oparin.
Buscan evidencias de vida en otros planetas; o sea, esperan que aparezca un primo de Gurb y muestre un carné de extraterrestridad emitido en la comisaría de Saturno. 

Lo peor de dejarse engañar por los falsos amigos es que empobrecen la lengua y la expresión, y empujan el cerebro a que deje de percibir la diferencia entre palabras que significan cosas distintas y reflejan realidades diferentes. Pues sí, muchas veces esa evidencia es más falsa que un duro de madera.
En el apartamento que alquiló el primo de Gurb en Torrevieja han encontrado ceniza. Eso es una evidencia de que fuma.
En el apartamento que alquiló el primo de Gurb en Torrevieja han encontrado ceniza. Eso puede ser una prueba de que fuma.

O sea, una evidencia hace que algo sea evidente (perdón por la perogrullada); por el contrario, una prueba sostiene una hipótesis mientras no se demuestre lo contrario.
La bandera a media asta en el Ministerio de Defensa para conmemorar la Semana Santa es una evidencia (y de las gordas) de que la ministra no es partidaria de la separación entre Iglesia y Estado. Por otra parte, no hay pruebas de que la Virgen del Pilar haya hecho algo para merecer una condecoración; para eso tendría que existir, y de eso tampoco hay pruebas; decían que lo de las bombas era una evidencia y resultó ser falso.

Vamos a jugar. Por veinticinco tildes cada respuesta acertada, evidencias de todo tipo. Un, dos, tres…
♦ Es una evidencia que se le da más importancia a la ortografía que a la sintaxis.
♦ Hay evidencias de que los políticos no manejan un vocabulario rico y variado.
♦ La evidencia dice que mucha gente cree que debe poner una coma allí donde el texto le pide que respire.
¤ Evidencia es una buena traducción de la palabra inglesa evidence.

Y ahora, por veinticinco tildes cada respuesta acertada, frases en las que sea más preciso usar la palabra prueba. Un, dos, tres…
♦ La buena sintaxis denota un pensamiento elaborado y gusto por la lengua elegante, pero no es una evidencia de que el autor atesore ambas virtudes: puede que sea prueba de haber contado con los servicios de un buen corrector.
Prueba es la traducción correcta de la palabra inglesa evidence; también puede ser indicio o signo, entre otras.
♦ La ciencia se basa en pruebas, es decir, en argumentos y razones sometidos a escrutinio constante.

¤ Las evidencias hacen que algo sea más cierto y real que las pruebas.

La ciencia se basa en pruebas; si se basara en evidencias, no sería ciencia sino fenomenología o creencia; o sea, homeopatía, reiki, aromaterapía… Por eso la estupenda y necesaria campaña de FarmaCiencia adolece respecto a la lengua de aquello que tan bien combate en otros ámbitos: imprecisión y escaso rigor en una disciplina. Lo que defienden es, precisamente, que los tratamientos médicos se basen en pruebas derivadas de ensayos con validez estadística y no en las supuestas evidencias que invocan los charlatanes («es evidente que la homeopatía cura», dicen las multinacionales homeopáticas). Los científicos serios hacen caso de las pruebas y, a menudo, las buscan, las discuten y las revisan; y no dejan nunca de desconfiar, porque casi nada es evidente del todo: hay mucha falsa terapia avalada por meras evidencias. También mucho falso amigo suelto; también en los textos.

El texto puede ser de otra manera

Un día a alguien se le ocurre que va a ser ingenioso, no, lo siguiente, parece ser que como no podía ser de otra manera, y va y lo peta. Parece ser que a día de hoy todo el mundo opina que quien habla así está que se sale, así que en seguida hay quien arranca a pronunciar expresiones manidas como un bebé copia los gestos de sus progenitores.

En esta entrada no va a haber nada en rojo, porque todo es correcto; incluso gracioso, ¿o ya no? Empiezo a apreciar que alguien diga, o escriba, que algo es muy bueno o que alguien es más alegre que un cascabel o que una situación es requetemagnífica; incluso si oigo que un libro es supermegaguay, a estas alturas, me parece original. Quiero poner mi irritación negro sobre blanco, ¡original, la metáfora!, o sea, por escrito. Entre las opciones que hay al hablar y al escribir, una que cambia de cuajo la comunicación es ser lo más sencillo posible. Y sencillo no quiere decir poco elaborado; bien al contrario, llegar a un texto sencillo y eficiente requiere más elaboración que dejarlo complicado y confuso.

Escribía Pascal en una carta: «Disculpe que le mande una carta más larga de lo habitual, pero no he tenido tiempo de hacerla más corta». Encontrar la expresión más precisa, quitar un adverbio que se arrastra por vicio o dar con un adjetivo original requiere tiempo; no solo tiempo para elaborar el texto (del que no se dispone al hablar), sino ese tiempo que se mide en días, semanas, meses y años de estudio o de mera observación y contagio de riqueza lingüística; a menudo de un aprendizaje que no pasa por libros, sino por recordar lo que decía la abuela o por fijarse en lo que dice un hispanohablante americano (guardan algunas esencias léxicas que aquí se han perdido).

Para empezar (sin necesidad de arrancar) a ser preciso, expresivo y brillante (sin lo siguiente), y con ello deslumbrar, descollar, distinguirse, impresionar (sin petarlo ni salirse) incluso a un niño de pecho o un crío (aunque ya no sea bebé), hoy (sin día) o ahora o en la actualidad o por el momento, para eso, ayuda mucho fijarse en quien hable o escriba con cierta maestría (no sirve leer libros mal editados y peor corregidos o sin corregir). Ahora bien, lo que es imprescindible es hablar y escribir, buscar palabras que uno no ha usado nunca, preguntarse si la concordancia está bien, dudar si la coma cae en su sitio o sobra, tener que consultar si va o no una tilde, atreverse a no poner comillas para indicar ironía y quitar mucho de lo que se ha escrito a la primera, aunque sea en un correo electrónico para el administrador de fincas. Porque casi todo puede ser siempre de otra manera.

El principio, el camino y el final

Las locuciones son un inventazo. Se reúnen varias palabras y así, juntas, tienen un significado que poco o nada tiene que ver con el de cada una de ellas por separado; entonces desempeñan el papel de una preposición, de un adverbio, de un adjetivo (de tomo y lomo, como una cabra, sano y salvo) o de un sustantivo (el qué dirán, carne de cañón, piel de gallina). Sustantivas y adjetivas no hay muchas, pero preposicionales y adverbiales son unas cuantas; con cualquier cosita (y quien dice cosita dice palabra) se hace una de lo más expresiva; es más: con algunas palabras se hacen varias por el procedimiento de cambiarle la guarnición. Los malentendidos (ni malos entendidos ni malosentendidos) empiezan cuando se intercambia la guarnición; y eso es lo que ocurre a menudo.

PARA EMPEZAR, LOS PRINCIPIOS

Es improbable que confundir las diversas locuciones adverbiales que se forman con principio/principios sea la causa de una guerra mundial, pero como no es difícil distinguirlas y usarlas bien (más que nada por entendernos), aquí va una guía.
♦ al principio / a los principios = Al empezar lo que sea.
♦ a principio / a principios = En los primeros días de un periodo.
♦ en principio = Lo que se dice a continuación se admite con reservas, como para seguir avanzando, pero con poca convicción o de manera provisional.
♦ desde un principio = Desde que empezó no ha habido cambios.

Desde un principio la salamanquesa dejó claro que solo iba a por los mosquitos. Al principio solo se comía los pequeños, esos corrientes, si bien no descarto que termine zampándose los mosquitos tigre que aparecieron a principios de verano. En principio no va a meterse con las hormigas, pero ellas no paran de correr.

¿Y si las intercambiamos? Pues hay que contar otra historia.
Al principio la salamanquesa dejó claro que su objetivo eran los mosquitos, pero luego cambió de opinión. En principio solo iba a cazar  los pequeños, esos corrientes, y las hormigas se confiaron aunque ella desde un principio tuvo otras intenciones y a principios de verano ya se había zampado todas las hormigas.

DANDO VUELTAS POR LOS CAMINOS

Con camino se forma varias locuciones: ponerse en camino (locución verbal) indica que alguien emprende un desplazamiento; por su parte, estar/ir camino de (locución preposicional) dice que está yendo a algún sitio. En cambio, estar/ir de camino (locución adverbial) expresa que algo se hace de paso, aprovechando la ocasión. Y llevar camino de algo (locución verbal) significa que todo apunta a que se logrará. Aún hay otra que indica que algo se está preparando o elaborando: estar en camino.
Obdulia está de camino al bar; dice que lleva camino de todas las botellas de tequila del garito. Sí, claro, en camino recogerá a su compañero de copas. Por el camino se le alargará la noche y de camino tendrá una buena resaca.
Obdulia se ha puesto en camino al bar; dice que está camino de todas las botellas de tequila del garito. Sí, claro, de camino recogerá a su compañero de copas. Lleva camino de que se le alargue la noche y está en camino una buena resaca. 

PARA ACABAR, LOS FINES Y LOS FINALES

Como los principios, los fines y los finales cambian la historia.
♦ a fin / a fines = a final = a finales de = En los últimos días de un periodo; es la otra punta de a principio / a principios.
♦ 
al fin = Parecía que no iba a llegar el momento, pero ya no hay obstáculos.
♦ a fin de (que) = con el fin de (que) = Con el objetivo, para (esta no es adverbial, es de otro tipo, pero lo que importa para usarla bien es saber lo que significa).
♦ a fin de cuentas = en fin = En resumen; en pocas palabras.
♦ por fin = ¡Ya era hora!; ¡menos mal que…!
♦ finalmente = En último lugar.

A fin de mes la albahaca había sobrevivido al calor y, al fin, iba a tener suficientes hojas para aderezar una buena ensalada de tomate. Iba a usarlas a fin de que el aroma recordara los cerros mediterráneos. Comemos por los ojos, sí, pero, en fin, el sabor es olor y por fin la atención a la macetita iba a tener su recompensa. Le pondría un poco de sal y aceite y, finalmente, las hojas, enteras y ya muertas, de la albahaca.

¿Y si las intercambiamos? Pues sí, hay que contar otra historia.
A fin de que la albahaca sobreviviera a finales de junio, con aquel calor, la puso bajo el voladizo de la ventana. Al fin había encontrado un sistema para que no se quemaran las hojas. Se supone que las labiadas no son muy exigentes; en fin, con un poco de agua y de sombra iba que chutaba. Finalmente, consiguió que aprendiera a llegar al grifo y por fin podría olvidarse de regar la macetita. 

Abuso de a nivel dehasta

En un texto no todo lo que es correcto es elegante. ¡Ea, ya lo he dicho!

A(L) NIVEL [DE]

La locución a/al nivel [de] es correcta cuando expresa noción de altura, real o metafórica.
Al nivel de la calle instalaron bolardos para que la gente no deje el coche tirado donde primero le pilla. Lo decidieron a nivel de concejales.

Todo en el párrafo anterior es correcto, pero la redacción es un horrorismo; solo le falta algún lo que viene siendo/lo que es. Tal que así: Al nivel de la calle instalaron lo que vienen siendo bolardos para que la gente no deje el coche tirado donde primero le pilla. Lo decidieron a nivel de todo lo que son concejales.

Habrá quien opine que en esa frase no hay que corregir nada porque todo se ajusta a la norma e, incluso, a usos y costumbres, pero yo creo que se produce una erupción volcánica cada vez que alguien escribe a nivel de. Lo bueno es que con una preposición corriente y el artículo la frase queda elegante y comprensible.
En la calle instalaron bolardos para que la gente no deje el coche tirado donde primero le pilla. Lo decidieron los concejales. 

Y si se repite la tentación de poner un a nivel [de], hay unas cuantas soluciones.
A nivel estatal se está implementando una intervención a nivel de centros sanitarios que dispensan atención a nivel quirúrgico. A nivel de prestaciones, los cambios van a ser para peor; pero es que no hay cambio a nivel de las nuevas políticas que haya sido para mejor.

En ese engendro hay alternativas elegantes para todos los a nivel de; por ejemplo:
A nivel estatal >> En (todo) el Estado / En (todo) el país
a nivel de centros >> en los centros / en el ámbito de los centros
atención a nivel quirúrgico >> atención Ø quirúrgica
A nivel de prestaciones >> Con respecto a las prestaciones
a nivel de las nuevas políticas >> entre las nuevas políticas

Y la frase quedaría feúcha pero no horrorosa; tal que así:
En todo el Estado se está implementando aplicando una intervención en los centros sanitarios que dispensan atención Ø quirúrgica. Con respecto a las prestaciones, los cambios van a ser para peor; pero es que no hay cambio entre las nuevas políticas que haya sido para mejor.

HASTA

Otro vicio que delata a un redactor pretencioso o a un traductor demasiado pegado al original es el uso de la preposición hasta introduciendo, sin que sea necesario, algún complemento en la oración.
Rodolfo perdió hasta veinte kilos de peso gracias a que se pasaba hasta una semana entera sin comer. Se quedó hecho un figurín y a cada paso amagaba un saltito y daba hasta dos vueltas de campana. Con su nueva vocación de saltimbanqui consiguió recorrer los teatros de hasta treinta y siete países.

A ver, o perdió veinte kilos o perdió otra cantidad. ¿Y vueltas de campana? Daría ninguna, una o dos; o tres si entrenaba mucho. ¿Y los países visitados? Serían doce u ocho; o los treinta y siete proclamados. La frase quedaría menos cargante así:
Rodolfo perdió veinte kilos de peso gracias a que se pasaba hasta una semana entera sin comer. Se quedó hecho un figurín y en cuanto amagaba un saltito daba dos vueltas de campana. Con su nueva vocación de saltimbanqui consiguió recorrer los teatros de treinta y siete países.

En hasta una semana la preposición tiene sentido, ya que indica que pasaba varios días sin comer y el periodo máximo era una semana, pero en ninguna de las otras tres ocasiones es necesaria ni aporta nada. La melonada está extendiéndose por dos vías: una es el (mal) periodismo que en vez de contrastar la información tira de imprecisiones para no pillarse los dedos (un abrazo, respetados periodistas); la segunda es traducir (mal) calcando la expresión up to (un beso, admirados traductores).

No parece que nadie vaya a recibir una descarga eléctrica cada vez que use un a nivel de o un hasta de más, pero, por si los dípteros, ¿un repasito a los textos?

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Las imágenes que aparecen aquí ↓ no tiene nada que ver con este blog.

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