Elogio, o no, del pleonasmo

El pleonasmo consiste en usar palabras que dentro de la oración repiten información aportada por otras. Por lo general, se considera feo, hasta el punto de que, en su segunda acepción, el DLE dice que es «demasía o redundancia viciosa de palabras». Pero lo cierto es que todos nosotros hablamos y escribimos con pleonasmos continuamente; sin ir más lejos, en la oración anterior al punto y coma hay un par, pues la terminación de los verbos ya expresa un nosotros y, en vista de que no hay restricción alguna, ese todos repite la información del nosotros.

Hay casos de pleonasmo que resultan palmarios.
Echaron a volar en dirección hacia el norte.
La locución en dirección a significa exactamente lo mismo que la preposición hacia. (¿Todo el mundo ha visto el pleonasmo de la oración anterior?; ¿o exactamente lo mismo no es pleonástico?). El texto queda más simple así:
♦ Echaron a volar hacia el norte.
♦ Echaron a volar en dirección al norte.

Y aquí, un pleonasmo de doble tirabuzón:
El timador, dirigiéndose a los incautos, les dijo: «La homeopatía ha demostrado su efectividad».
Ahí, dirigiéndose repite la información del verbo dijo; además, el pronombre les repite el destinatario. La oración sería más sencilla así:
♦ El timador, dirigiéndose a los incautos, dijo: «La homeopatía ha demostrado su efectividad».
♦ El timador dijo a los incautos: «La homeopatía ha demostrado su efectividad».

Claro que la duplicación del complemento indirecto e, incluso, del directo, es una estructura pleonástica que resulta natural en español y es obligatoria a veces.

Hay pleonasmos feos cuya única intención parece ser alargar una frase; o quizá quien la redactó no dedicó un rato a pulirla y hacerla más elegante.
Se sintió totalmente desorientado al ver las diferentes opciones que se le ofrecían.
Se sintió desorientado al ver las opciones que se le ofrecían.
No parece que totalmente y diferentes añadan nada a la oración.

Y requetehorrorosos son esos pleonasmos tan típicos de los libros de autoayuda y de textos que pretenden pasar por megaenrollados, superamigables e hiperimpactantes.
Autocompadécete de ti mismo y siéntete autocomplacido por autoayudarte a salir de dentro de la profundidad del hondo pozo de la tristeza.
Compadécete de ti mismo y siéntete complacido por ayudarte a salir del pozo de la tristeza.
Una vez escardado el léxico (el contenido no hay quien lo adecente), todavía queda ese compadécete de ti mismo, pero esa redundancia es conveniente para evitar la ambigüedad a que da pie el uso pronominal del verbo compadecer.

Cabe decir que con mucha frecuencia los adverbios y algunos adjetivos son bastante pleonásticos; como acaba de ocurrir en la frase anterior: ¿qué diferencia hay entre frecuencia y mucha frecuencia?; ¿y entre bastante innecesario e innecesario? Ninguna.

En realidad, no hay ninguna diferencia cuantificable, pero sí la hay desde el punto de vista estilístico y expresivo. Las dos formulaciones siguientes dicen lo mismo:
♦ Mira, hija, con la nieve puedes hacer pequeñas bolitas redondas —dijo, modelando con las dos manos una porción de la blanca agua helada.
♦ Mira, hija, con la nieve puedes hacer bolitas —dijo, modelando con las manos una porción de la blanca agua helada.

Cierto, se puede prescindir de pequeñas y de redondas porque ambas ideas están en la palabra bolitas, pero el efecto que produce en el lector la forma sin pleonasmos no es el mismo (ni, probablemente, el que produciría el padre en la niña). Y el numeral dos no aporta información a las manos; de hecho, se podría reducir más: modelando una porción de agua helada, ya que las cosas se suelen modelar con las manos; si hubiera hecho las bolas de nieve con las orejas, sí convendría explicitarlo.

El uso de esos pleonasmos puede ser una elección del autor y, en ese caso, poco hay que decirle. Menos pertinente serían esos mismos pleonasmos en un recetario de cocina para describir la elaboración de los buñuelos de bacalao.
Haz con las dos manos pequeñas bolitas redondas de la masa que has preparado previamente.
Haz bolitas de la masa que has preparado.

La segunda frase no impele a hacer bolas grandes ni cuadradas y la conjugación (pretérito perfecto compuesto) del verbo preparar encierra un previamente. Por tanto, a no ser que haya que rellenar páginas, la segunda forma es más adecuada, ya que la información concisa se asimila mejor. Si estás en la cocina, con el libro de recetas y metido en harina (literal y metafóricamente), lo que menos necesitas son circunloquios y despistes; por tanto, en ciertos tipos de texto, cuantos menos pleonasmos, mejor.

Pero el pleonasmo no es el mal. Hay algunos que explican más de lo que parece.
Solo se atiende con cita previa.
¿Que toda cita es previa? Sí, pero lo que dice es que no te presentes en la oficina o la consulta esperando que te atiendan media hora más tarde; debes pedir la cita con cierta antelación. A buen entendedor, un pleonasmo basta.

Por otra parte, en español la negación es a menudo obligatoriamente redundante y a los hablantes no nos da ningún problema. De eso hablaba aquí.

Es más, hay pleonasmos incontestables, insustituibles, inevitables. Esa madre que le dice a su hijo:
Pasa palante. Entra adentro y no vuelvas a salir afuera sin mi permiso.
Al niño no le va a parecer que los adverbios adelante, adentro y afuera sean pleonásticos de sus verbos respectivos. Por el contrario, añaden información, sobre todo si la madre los pronuncia con cierto tono; es más, los tres significan lo mismo: ‘que no te lo tenga que repetir, que me tienes hasta el moño’. Esa acepción no figura en los diccionarios, pero la comprenden todos los hablantes de la lengua.

O esa adolescente que pilla a su novio espiándole el móvil y le suelta:
No quiero volver a verte nunca jamás de los jamases en toda mi vida.
Para mi gusto, pocos pleonasmos tiene esa oración.

Así que, antes de borrar o evitar un pleonasmo, vale la pena pensar si cumple alguna función, si ayuda o estorba, si alarga y enmaraña o refuerza y matiza: no es lo mismo haber visto un fantasma que haberlo visto con mis propios ojos. Claro que verlo en la noche oscura, con una suave brisa moviendo las volátiles cortinas, durante breves instantes, mientras te quedas aterido de frío, pensando en las consecuencias derivadas de que las opiniones personales del protagonista principal usen falsos pretextos para lograr el resultado final… es otra cosa; otra cosa muy distinta.

río hozgargantaa

Que la vida es un pleonasmo uno lo empieza a comprender más tarde. Y todo eso lo cuenta y lo explica mucho mejor el gran gramático Ignacio Bosque en el artículo «Sobre la redundancia y las formas de interpretarla».

Esto es lo que es (relativos -1-)

Un pronombre relativo es una palabra que representa a un nombre que ya ha aparecido en el texto (o se entiende que lo ha hecho) y que, además, introduce una oración subordinada.
Esa licuadora, que hace un año que no usas, es un armatoste.

O sea, que un pronombre relativo es una anáfora. Lo que ya se ha dicho (esa licuadora) es el antecedente y forma la oración principal (Esa licuadora es un armatoste). El representante de la licuadora, el pronombre relativo (que), inicia la oración subordinada y conviene que no esté muy lejos de su representado para que no se pierda en el proceloso mar del texto.
El órgano más peculiar del aparato digestivo de los equinoideos es la linterna de Aristóteles, aquel filósofo amigo de Platón, el cual, a su vez, seguía a Sócrates, que al final se enfadó con él, y que también fue maestro de Alejandro, el Magno, no el que va al gimnasio con tu cuñado, el del concesionario de coches de lujo, que tiene cinco dientes de crecimiento continuo.

Vete a saber quién tiene cinco dientes de crecimiento continuo, cuándo vendió Alejandro Magno el concesionario de coches de segunda mano, con quién se enfadó Sócrates y si Platón iba al gimnasio; y todo porque un pronombre relativo (el que en negrita) está a varios renglones de distancia de su antecedente (El órgano más peculiar del aparato digestivo de los equinoideos).

Pronombres relativos hay los que hay y ninguno más: que (que puede ir precedido del artículo: el, la, lo, los, las), quien (y su plural, quienes), cuyo (y cuya, cuyos, cuyas), el cual (este y sus variantes van siempre con artículo: la cual, lo cual, los cuales, las cuales). Por supuesto, los que tienen flexión de género y de número tienen que concordar con el antecedente; y eso da precisión.
La estantería gris marengo y la butaca amarilla, los cuales a ti no te gustaban, quedan muy bien en la salita.
La estantería gris marengo y la butaca amarilla, las cuales a ti no te gustaban, quedan muy bien en la salita.
La estantería gris marengo y la butaca amarilla, la cual a ti no te gustaba, quedan muy bien en la salita.

La primera oración no es correcta. Las otras dos sí lo son, pero no dicen lo mismo. En la primera al interlocutor no le gustan ni la butaca ni la estantería, mientras que en la segunda no sabemos qué le parece la estantería, solo nos dice que la butaca amarilla no es de su gusto.

Ya que estamos, antes de tener que fundar la Asociación contra la Extinción de Cuyo, mira qué útil resulta ese pronombre relativo:
Ese geranio que sus hojas están amarilleando parece que va a morir.
Ese geranio del que sus hojas están amarilleando parece que va a morir.
Ese geranio cuyas hojas están amarilleando parece que va a morir.

En una frase de relativo (que es la que tiene un pronombre relativo) no siempre es necesario que el antecedente aparezca explícito ya que el cerebro va trabajando por su cuenta.
—Quería pedirte disculpas por lo que te dije el otro día.
—Bueno, es que la que te lie fue buena.
Los dos hablantes saben a qué se refieren, así que los pronombres relativos de esas frases tienen antecedente implícito.

Pero los antecedentes implícitos imponen algunas condiciones.
El cual venga detrás que arree. Y cuya vela aguanta es un palo fuerte.
El que venga detrás que arree / Quien venga detrás que arree. Y el que su vela aguanta es un palo fuerte.
Conclusión: el cual y cuyo (y los derivados de ambos) deben llevar siempre el antecedente explícito; pero que y quien, no lo necesitan. 

ADVERBIOS Y ADJETIVOS RELATIVOS

Hay un adjetivo y unos cuantos adverbios que pueden desempeñar la función de pronombre relativo, es decir, representar a algo que ya ha salido para no andar repitiendo, que queda muy feo y aburrido. Son cuanto (cuanta, cuantos, cuantas), donde (adonde, a donde), cuando y como.
La playa donde encontraste la holoturia está llena de sombrillas.
El erizo localiza las algas y devora cuantas encuentra a su paso.
Cuando sale la ofiura de caza, la estrella ya se lo ha zampado todo.
Me fascina la manera como se desplazan los equinodermos. 

De estos hay uno que da lugar a un sinfín de anacolutos. Ahí lo dejo, por si no tenéis nada en lo que pensar hasta que llegue la próxima dosis de atutía, que también servirá para tratar un error muy común al que da lugar el cual (y derivados). Y la misma dosis actuará de tratamiento preventivo del efecto de combinar un relativo con una coma.

El texto puede ser de otra manera

Un día a alguien se le ocurre que va a ser ingenioso, no, lo siguiente, parece ser que como no podía ser de otra manera, y va y lo peta. Parece ser que a día de hoy todo el mundo opina que quien habla así está que se sale, así que en seguida hay quien arranca a pronunciar expresiones manidas como un bebé copia los gestos de sus progenitores.

En esta entrada no va a haber nada en rojo, porque todo es correcto; incluso gracioso, ¿o ya no? Empiezo a apreciar que alguien diga, o escriba, que algo es muy bueno o que alguien es más alegre que un cascabel o que una situación es requetemagnífica; incluso si oigo que un libro es supermegaguay, a estas alturas, me parece original. Quiero poner mi irritación negro sobre blanco, ¡original, la metáfora!, o sea, por escrito. Entre las opciones que hay al hablar y al escribir, una que cambia de cuajo la comunicación es ser lo más sencillo posible. Y sencillo no quiere decir poco elaborado; bien al contrario, llegar a un texto sencillo y eficiente requiere más elaboración que dejarlo complicado y confuso.

Escribía Pascal en una carta: «Disculpe que le mande una carta más larga de lo habitual, pero no he tenido tiempo de hacerla más corta». Encontrar la expresión más precisa, quitar un adverbio que se arrastra por vicio o dar con un adjetivo original requiere tiempo; no solo tiempo para elaborar el texto (del que no se dispone al hablar), sino ese tiempo que se mide en días, semanas, meses y años de estudio o de mera observación y contagio de riqueza lingüística; a menudo de un aprendizaje que no pasa por libros, sino por recordar lo que decía la abuela o por fijarse en lo que dice un hispanohablante americano (guardan algunas esencias léxicas que aquí se han perdido).

Para empezar (sin necesidad de arrancar) a ser preciso, expresivo y brillante (sin lo siguiente), y con ello deslumbrar, descollar, distinguirse, impresionar (sin petarlo ni salirse) incluso a un niño de pecho o un crío (aunque ya no sea bebé), hoy (sin día) o ahora o en la actualidad o por el momento, para eso, ayuda mucho fijarse en quien hable o escriba con cierta maestría (no sirve leer libros mal editados y peor corregidos o sin corregir). Ahora bien, lo que es imprescindible es hablar y escribir, buscar palabras que uno no ha usado nunca, preguntarse si la concordancia está bien, dudar si la coma cae en su sitio o sobra, tener que consultar si va o no una tilde, atreverse a no poner comillas para indicar ironía y quitar mucho de lo que se ha escrito a la primera, aunque sea en un correo electrónico para el administrador de fincas. Porque casi todo puede ser siempre de otra manera.

Juntas o separadas -2-

Para inventarse una palabra no hay más que añadirle un prefijo a otra que ya exista, pero como es tan fácil, casi seguro que ya se le ha ocurrido a alguien. Por ejemplo, si se te pasa por las mientes dar con un nuevo logos; mala suerte: alguien fue más rápido y neologismo hace tiempo que está en el diccionario. Como no es tan sencillo hacer palabras compuestas, decides dejarlo para más tarde y llamar de alguna manera a ese retraso; pues resulta que juntar pos y poner ya se les ocurrió a los romanos (postponere).

Puede que no inventes una palabra, pero ya has visto, sin darte cuenta, que los prefijos siempre se escriben unidos a la palabra que modifican, incluso si van varios.
A mí los lenguajes prealfabéticos me parecían bien para los mensajes, pero el chisgarabís nuevo de contraespionaje, que es superarchipedante, subestimaba la interacción entre neolengua y autocifrado. Era tan hipertiquismiquis y megarreceloso que tuvimos que poner un antipolillas en la alacena. Olía requetebién pero él, con sus cuasisurrealistas teorías seudocientíficas y superparapsicológicas, decía que con tanto antibiótico acabaríamos con el ácido desoxirribonucleico como el del fitoplancton y que infravalorábamos las fuerzas antisubatómicas. Y se quedaba tan fresco, pero los demás estábamos sobrecogidos.

De hecho, a veces el prefijo ya es inseparable y si se cae deja una secuencia de letras sin sentido. Prueba con lo que queda a la derecha de ex en el siguiente ejemplo:
La expropiación es extemporánea; como exhumar a un excéntrico excomulgado.

Claro que ex- es un titán de los prefijos; tanto que ha cobrado vida propia y se ha convertido en palabra de pleno derecho. (el ex de expeler no es un prefijo).
Su ex se ha liado con su exjefa y está que expele humo.

Hasta aquí todo sería muy fácil, pero hay veces que unir el prefijo con la palabra a la que modifica da algunos problemas, al menos estéticos; por eso se escribe un guion entre el prefijo y la palabra cuando esta empieza por mayúscula —bien porque sea un nombre propio o bien porque se trate de siglas— o por un número.
No es por ser anti-RAE, pero la Liga pro-Abolición de las Mayúsculas opina que el problema de juntar un prefijo a algunas palabras no existiría si desaparecieran las mayúsculas. Ese es el tema del documental «Las superfluas super-27».

Como sería demasiado simple rematar la escritura de los prefijos con dos opciones (unido o con guion), hay una tercera: escribirlo separado, que es lo que se hace cuando afecta a un término o un nombre propio formados por más de una palabra.
El ex teniente coronel era partidario del vicesecretario general, más porque los dos eran pro películas de acción que por coincidir en la postura anti Pedro Picapiedra.

DEMASIADAS LETRAS

Puede ocurrir que el prefijo acabe con la misma vocal por la que empieza la palabra; en ese caso hay dos opciones: dejar las dos vocales o eliminar una. La recomendación general es dejar solo una, siempre que eso no cambie el significado.
La mininvestigación se basaba en la biorientación de microrganismos porque el restablecimiento de los enfermos pasa por la remisión de la infección. Eso sí, era ultracadémica semiilegal y megaamoral, ya que la biooxidación reestablecía conexiones sinápticas un poco raras.

Observa que no es lo mismo semiilegal que semilegal; ni biooxidación que bioxidación, por lo que hay que andarse con cuidado antes de simplificar vocales.  Una manera de arriesgarte menos cuando te encuentres dos vocales iguales juntas es consultar el DLE. Eso sí, tiene sorpresas, como que no aparezcan en él las formas simplificadas de anti– unido a una palabra que empiece por i-;  o sea, que no da por buenas antinflamatorio ni antincendios ni antimperialista y eso a pesar de que en la OLE dice lo contrario. Así que si quieres escribir esas palabras vas a tener que tomar una decisión. Para aligerar la tarea, aquí van unas palabras en las que es fácil dudar si se puede simplificar la vocal repetida.

coordinar cordinar
cooperativa coperativa
guardagujas guardaagujas
monóxido monoóxido
radioyente radiooyente
sobreedificar sobredificar
sobreexcitación sobrexcitación
sobreedificar sobredificar
sobrescribir sobreescribir

Además, hay algunos prefijos que suelen provocar dudas. Si quieres escribir post, mejor simplifícalo, salvo cuando la palabra siguiente empiece por s-. No obstante es bastante frecuente verlo con t cuando la palabra siguiente comienza por vocal:
El posoperatorio/postoperatorio se trabaja mejor en la época postsoviética, pero las posdatas salen más posmodernas en la era posindustrial.

Hablando de letras que chocan, cuidado al añadir un prefijo que acabe en –n a una palabra que empiece por p– o por b– (n + p > mp; n + b > mb).
La acción de los impacientes imprudentes se caracteriza por imperecederos imponderables. Su impiedad es imbatible; imposible dejar un rastro más imborrable adornado de la impúdica impolítica de un elixir tan impagable como imbebible.

PREFIJOS HIPERFRECUENTES Y ULTRAESPECIALES

A los prefijos pseudo- y psico-, se les puede quitar la p-, aunque no es lo más frecuente.
Hay mucho (p)seudocientífico que anda recetando remedios (p)sicoactivos.

En muchas palabras, el prefijo trans- se suaviza y suele pronunciarse tras, por lo que ambas maneras son correctas, salvo cuando la palabra a la que se une empieza por s-; en ese caso el prefijo es tran-.
El transexual viajaba en el transiberiano.

Ahora bien, hay algunos términos cuyo prefijo es tras- y no es correcto añadir una -n-. Los principales son los siguientes: trasfondo, trashumante, trasluz, trasmano, trasnochar, traspapelar, traspaso, traspié, trasplante, trastorno, trastocar.

El prefijo pre- indica anterioridad y es tan familiar que casi no se percibe como prefijo, como le pasa a la propia palabra prefijo, compuesta de pre y fijo (¡qué manera de hablar de uno mismo!). Y sin embargo da lugar a algunos errores.
Prever significa ‘ver antes’. Proveer significa ‘suministrar’. No está previsto ni se prevé que lleguen a ser correctas ni preveer ni prover.

Así que el asunto de los prefijos no es una carrera transoceánica ni un ejercicio para semidioses, pero si no los observas con monóculo tendrás que reescribir los textos con un sobresfuerzo polivalente hasta que los veas en estereoscopía a kilómetros de distancia.

Y si tener que el prefijo vaya unido a la palabra te hacer añorar la escritura en dos apalabras, puedes buscar algunas en otra dosis de atutía y en la coda .

Juntas o separadas -1-

Hay unas cuantas palabras que pueden escribirse juntas o separadas. Para algunas de ellas no hay más criterio que la preferencia de quien escribe, ya que ambas formas son correctas; sin embargo, otras cambian de significado por ese nimio espacio. Una manera de no equivocarse es no escribirlas nunca, pero como hay gente amante del riesgo, aquí va una dosis de atutía a modo de red para saltar con cierta tranquilidad.

Igual tú le pones hierbabuena al pavo real para la merienda-cena de Nochebuena; o puede que no. El caso es que si le pasas un correo a tu cuñado para decírselo quizá te tiemblen los dedos antes de escribir hierbabuena, pavo real y Nochebuena, y harás bien en pensarlo dos veces porque *pavorreal no es correcta y para que Noche Buena, así, en dos palabras, aluda al 24 de diciembre requiere sus dos mayúsculas. Sin embargo con hierbabuena puedes relajarte y descansar a la mitad para escribir hierba buena (incluso yerbabuena, pero eso es otro asunto). Y con merienda-cena… ahí sí que te has metido en un lío; te valía más haber preparado un brunch.

Primera conclusión: Los términos compuestos se escriben de diversas maneras. Hay para todos los gustos:
♦ Los que pueden ir en una o en dos palabras. Protagonizan esta entrada.
♦ Los que admiten guion. Estos también van aquí.
♦ Los que se escriben en una sola palabra. De muchos de estos ya no se percibe que sean palabras compuestas: abrelatas, bocacalle, caganidos, cantamañanas, coliflor, correveidile, hazmerreír, hojalata, maniatar, mapamundi, metomentodo, nomeolvides, paracaídas, rascacielos, rompecabezas, sabelotodo, telaraña, vaivén. De un caso particular de estos tratará otra dosis de atutía: los términos que empiezan por un prefijo.
♦ Los que en dos palabras tienen distinto significado que en una. Serán la tercera toma y una coda.

Para los términos de la tabla siguiente, la forma de la izquierda es la preferida.

aguanieve agua nieve
aprisa a prisa
arcoíris arco iris
asimismo así mismo
bajorrelieve bajo relieve
bocarriba boca arriba
bocabajo boca abajo
contrarreloj contra reloj
cortocircuito corto circuito (corto circuitar)
deprisa de prisa
enfrente en frente
enhorabuena en hora buena
enseguida en seguida
en medio enmedio
hierbabuena (yerbabuena) hierba buena (*yerba buena)
hierbaluisa (yerbaluisa) hierba luisa (*yerba luisa)
mal humor malhumor
medianoche media noche
mediodía medio día
medioambiente medio ambiente
Nochebuena Noche Buena
sobremanera sobre manera
todoterreno todo terreno

Cabe preguntarse por qué no vale medio día como sinónimo de mediodía si media noche lo es de medianoche. En cuanto a *enmedio no sería raro (ni aberrante) que se diera por correcta, como lo son asimismo y enseguida, que también empezaron escribiéndose en varias palabras. Como cabe preguntárselo, dale vueltas, pero ante un término cuya escritura no tengas clara, lo más práctico es consultar el DLE.

Habrá quien piense que, como para la mayoría valen las dos formas, se puede escribir cualquiera de ellas. Sí; solo que pueden surgir complicaciones; por ejemplo, puede haber consecuencias ortográficas:
• En arco iris no hay ninguna tilde, pero arcoíris la lleva para deshacer el diptongo. En asimismo no hay tilde, pero sí en así mismo.
• Cuando bajo relieve se escribe como una sola palabra tiene una letra más y se convierte en bajorrelieve.

También la formación del plural se ve afectada:
• El plural de guardia civil es guardias civiles, pero el de guardiacivil es guardiaciviles.
• El plural de maltrato sería maltratos, mientras que malos tratos es el plural de mal trato.

Claro que en el segundo término hay trampa, porque maltrato y mal trato no son sinónimos, sino que son términos homófonos cuyo significado es diferente según como se escriban. Ese es otro problema de los términos reseñados en la tabla: para muchos la forma en dos palabras significa lo mismo que la forma en una sola, pero también tiene otro significado. Esos términos serán el principio activo de otra dosis de atutía.

Choque de letras

Más escollos; es que esto de ponerlo todo por escrito es un sinvivir (esta solo puede ir en una). Cuando en una palabra compuesta se juntan dos vocales iguales (la última letra de la primera de las palabras que la componen y la primera letra de la segunda palabra) pueden ocurrir dos cosas: que se reduzcan a una (los paraguas se llenan de telarañas) o que se mantengan las dos (reescribir es distinto de rescribir); y una tercera, que se admitan las dos formas (los portaaviones son igual de grandes que los portaviones y con ellos se puede contraatacar o contratacar). Solo hay una manera de saber qué forma es correcta: aprenderlo (o el DLE, que está esperando que lo consultes).

Con guion

La mayoría de los términos compuestos que se escriben con guion están formados por dos adjetivos y prácticamente en todos los casos pueden escribirse sin él.
Compré un billete de coche-cama para el tren que recorre las tierras castellano-manchegas. Era un ejercicio teórico-práctico para observar si los cambios jurídico-administrativos producidos por la cultura árabe-islámica medieval habían tenido repercusiones físico-químicas o socio-económicas. Cuando vio que no, se dispuso a dar cuenta de su merienda-cena.

El guion se puede quitar siempre, lo que no resulta tan fácil es saber si se pueden unir las dos palabras o no. Como norma general, cuando se trata de dos adjetivos, pueden convertirse en uno; de hecho, fisicoquímico, socioeconómico y cardiovascular aparecen en el DLE (¡atención a las tildes! porque al formar una palabra solo puede haber una tilde y seguirá las normas generales de acentuación). Sin embargo, no están araboislámico ni psicosocial ni toracoabdominal, pero que no aparezcan no significa que no se puedan usar. El diccionario no puede registrar todas las combinaciones de dos adjetivos, lo cual no es óbice para que cada cual forme la que necesite (¡atención a las tildes; sí, ya lo he dicho y lo repito: ¡atención a las tildes!).

Lo que no parece que goce de las simpatías de quien hace diccionarios es juntar dos sustantivos o un sustantivo y un adjetivo; así que para coche cama, tren correo, sofá cama, falda pantalón, camión cisterna, ciudad dormitorio, coche bombacurso puente, palabra clave, Estado miembro, pastor alemán (un perro) y todas las que se pueden formar a medida que se necesite hay que optar por escribirlas separadas (parece ser la opción preferente) o unidas mediante un guion. ¿Que qué le pasa al plural?
Los niños prodigios rara vez quieren seguir cursos puentes y vivir en ciudades dormitorios.  Prefieren usar palabras claves en horas puntas.

El truco es poner el verbo ser en medio. Si funciona, el segundo término también puede ir en plural. Los niños pueden ser prodigios y algunas palabras son claves, pero los cursos no son puentes y las horas no son puntas.  Una ayuda: es más fácil que la segunda palabra admita el plural si es un adjetivo. Y ante la duda, mantenerla en singular siempre es correcto.
Los hombres rana toman las meriendas cena en los pisos piloto y luego duermen en sofás cama hasta que pasan trenes correo cargados de faldas pantalón.

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Las imágenes que aparecen aquí ↓ no tiene nada que ver con este blog. 

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