Reduflación editorial

El mercado, que se las sabe todas, se ha inventado una triquiñuela bautizada como reduflación, un tecnicismo pretencioso para denominar un timo. Consiste en vender un poco menos de lo que parece que compras; o sea, quitar una miajita de ColaCao del bote, que mantiene el tamaño y el precio. Pues bien, las editoriales descubrieron hace tiempo su particular reduflación: si subo los precios, compran menos libros; si bajo un poco la calidad de alguno de sus componentes, nadie lo nota. El sistema más eficaz para ello es que sean menos los profesionales que participan en la producción del libro y que cobren menos (o que cobren lo mismo que hace 10 años, que es lo mismo que cobrar bastante menos).

En esa dinámica, uno de los eslabones que más hachazos ha recibido ha sido la corrección, es decir, el mecanismo de control de calidad de la lengua. Si hace tiempo se hacían tres correcciones de cada libro y con profesionales bien entrenados y formados no era porque a las editoriales les gustara perder tiempo y dinero, sino porque se sabe que así se optimiza la calidad lingüística del libro; por tanto, es fácil colegir qué pasa cuando un libro solo pasa por una o dos correcciones; o ninguna. Si, además, el libro lo corrige un profesional que acepta una tarifa con la que no se puede mantener una dedicación laboral de calidad o alguien que no es un solvente (acepción 5 del DLE) corrector profesional, lógicamente, se resentirá el texto que le llega al lector. Es decir, si se mantiene el precio del libro, pero se rebajan la calidad de una de sus materias primas (la lengua) y el cuidado que se pone en la edición, entonces ya tenemos el equivalente editorial de la reduflación: parece que compras lo mismo y que quien le ha puesto precio es generoso con el comprador y el lector, pero no.

Eso es una realidad ya hace tiempo, lo que me lleva a escudriñar un libro antes de comprarlo. Para ello ayudan los fragmentos de muestra que facilitan en línea algunas editoriales, como el que vi recientemente anunciado en las redes: autor prestigioso (con todo merecimiento), traductora prestigiada y empresa editorial que dice cuidar mucho sus ediciones (bueno, eso lo dicen todas): debía de ser canela en rama. El fragmento para catar tiene ocho páginas y en ellas hay bastantes errores de puntuación, que harán que no compre el libro.

Pero como aquí lo que hacemos es aplicar una dosis de atutía a los males de los textos, veamos los errores y su solución. He mantenido las estructuras del libro de marras, pero he cambiado las palabras. ¡Ah!, van algunos párrafos de alto contenido gramatical, que pueden herir la sensibilidad del lector; están en morado, de manera que, al llegar a ese color, quien quiera, puede saltárselos en vez de salir huyendo.

Siempre me alegraron, y estoy muy apremiado por los admiradores.
Siempre me alegraron y estoy muy apremiado por los admiradores.
No va coma ante conjunción copulativa salvo contadas excepciones, bien descritas en la OLE. Esto…, un asuntillo que quizá alguien pase por alto: para ser corrector, hay que conocer la OLE al dedillo; para ser buen corrector, hay que sabérsela y consultarla una docena de veces en cada trabajo. Y yo diría que en este libro… reduflación.

Sabía que no era bonito, aunque si Olegario lo había querido, yo no iba a ir en contra de su decisión.
Sabía que no era bonito, aunque, si Olegario lo había querido, yo no iba a ir en contra de su decisión.

Bastaría con que la angustia se le detuviera un minuto o dos, y llegaría la calma.
Bastaría con que la angustia se le detuviera un minuto o dos y llegaría la calma.
Esta puede ser una de las contadas excepciones (la b), pero por los pelos; lo cierto es que esa coma entorpece la integridad semántica y sintáctica de la oración.

Vamos con un poco de análisis sintáctico. Ahí hay una oración subordinada que es la prótasis de una estructura condicional y que está incrustada en una oración adversativa. El caso es que una subordinada incrustada en otra estructura debe ir acotada entre comas. Y, si se considera que es un inciso, con más razón.

Es posible que muchos lectores (en general y de este blog) no hayan entendido ni una palabra del párrafo anterior. Claro, porque quien debe entenderlo, conocerlo y aplicarlo es el corrector del libro para que el lector o comprador reciba un producto de la calidad que se le supone. En este caso no es así y, ¡uy, otra vez!, de ahí la reduflación.

Sigo aludiendo a él como mi marido, aunque en realidad estamos divorciados.
Sigo aludiendo a él como mi marido aunque, en realidad, estamos divorciados.

Resulta que este aunque no es igual al del ejemplo anterior; este es una conjunción concesiva y el otro era una conjunción adversativa; por eso y porque la prótasis de esta oración compuesta concesiva va después de su apódosis, no va coma antes de la conjunción. Lo que sí debe ir entre comas es el conector del discurso (en realidad) porque está en posición medial.

Es posible que… Sí, vuelve al último párrafo negro, que aquí va igual: la reduflación.

Se aguantaba, y yo notaba que le molestaba todo.
Se aguantaba y yo notaba que le molestaba todo.
Quizá ya sepamos todos que no va coma ante conjunción copulativa salvo contadas excepciones bien descritas en la OLE. Pues no, parece ser que todos no lo sabemos.

Sus primos me sonrieron, y yo intenté consolarlos, cantando jotas.
Sus primos me sonrieron y yo intenté consolarlos cantando jotas.
Que nooo, que no va coma ante conjunción copulativa y esta tampoco es una de las excepciones bien descritas en la OLE. Además, no se separa el complemento circunstancial (CC) de su verbo y del resto de elementos esenciales de la oración; sí, ese cantando jotas es un CC de modo.

Por raro que resulte, no me impedía comer, y hallaba la manera de silenciar mi hambre.
Por raro que resulte, no me impedía comer y hallaba la manera de silenciar mi hambre.
¡Y vuelta la burra al trigo!

Y cuando ya estaba hasta el moño de comas que rompen oraciones coordinadas copulativas, para que me sangren más los ojos, el horrorismo del plural distributivo.
Tanto mi abuela como mi prima eran personas que estaban al final de sus vidas.
Tanto mi abuela como mi prima eran personas que estaban al final de su vida.

Todo eso en las ocho primeras páginas de un libro editado por una editorial que presume de tener varios premios dice mucho. Así que yo no voy a pagar los 20,95 euros que cuesta porque cada vez me quitan más ColaCao del bote.

Vamos a contar… mentiras

No solo de letras vive el corrector/escribano. Hoy va una de aritmética.

Los ermitaños arrastran sus conchas asomando sus patitas y vigilando con sus ojitos.
La pregunta es cuántas conchas arrastra un ermitaño, cuántas patitas tiene y con cuántos ojos vigila. Y la respuesta es que tiene diez patitas (más tres pares de piezas bucales) y dos ojos —compuestos, eso sí—; pero concha solo arrastra una cada uno, por lo que la redacción tendría que ser así:
Los ermitaños arrastran la concha asomando las patitas y vigilando con los ojitos.

Casi seguro que nadie duda de que la concha solo es una, por lo que se puede conjeturar que tras ese plural y los tres posesivos rondan dos calcos sintácticos del inglés (para hacerlos no hace falta saber inglés). En ese idioma el plural distributivo es obligado y también es natural el posesivo aplicado a las partes del cuerpo. Si juntamos ambos rasgos en una frase en español, el horrorismo es XXL, que significa ‘requetegrande’ en inglés (extra extra large) o ’30’ si lo lees en latín y disculpas la pésima ortografía del redactor romano. Vamos con más ejemplos.

Y allá vamos, un carnaval más, por las calles con los coloretes en nuestras caras y las pelucas en nuestras cabezas.
Cuando alguien dice eso, sale el dios Momo a dejarlo sordo para que no pueda oír ni un cuplé; y si el destrozasintaxis no solo lo dice, sino que, además, lo escribe, entonces el mismísimo Tío de la Tiza se revuelve en la tumba (sí, en su tumba, pero, como está claro que es la suya, no hace falta poner el posesivo) y sale a repartir golpes con el pito de caña. Con sintaxis en español fetén, esa frase va así:
Y allá vamos, un carnaval más, por las calles con los coloretes en la cara y la peluca en la cabeza.

Porque, obviamente, calles hay muchas y coloretes se llevan dos (uno en cada mejilla); sin embargo, como cada uno tenemos una sola cabeza, lo normal es llevar una peluca. Además, a pesar de no usar ni un solo posesivo, nadie dudará de que cada uno lleva los coloretes en su cara y la peluca en su cabeza.

En estos dos asuntos, el plural distributivo y los posesivos asociados a las partes del cuerpo, la sintaxis natural en español raras veces dará lugar a equívocos; si ocurre, entonces hay mecanismos para evitarlos. En el caso de que no se sepa de quién es la parte del cuerpo, se puede recurrir a especificarlo en el sentido que haga falta.
1) Se miraron a los ojos y ella puso la mano en la rodilla.  (¿De quién cada cosa?).
→ La forma más ambigua; es probable que el contexto lo aclare todo. 
2) Se miraron a los ojos y ella le puso la mano en la rodilla. (Mano de ella, rodilla de él).
→ La forma más clara, aunque no lo parezca, y sencilla.
3) Se miraron a los ojos y ella se puso la mano en la rodilla. (Mano y rodilla de ella).
→ También clara como la 2, pero para decir otra cosa. Igual ella tiene reuma.

4) Se miraron a los ojos y ella puso la mano en la rodilla de él. (Rodilla de él, ¿mano?).
→ Puede que antes él le hubiera echado la mano encima a ella; ¡ay, el contexto!

5) Se miraron a los ojos y ella puso la mano en su rodilla. (¿De quién cada cosa?).
→ Vaya usted a saber qué rollo se llevan; ¡ay, el contexto!

Sí, hay unas cuantas opciones más, que el redactor, el traductor y el corrector observarán con atención para resolverlas lo mejor posible. Y aun se complica más si varias personas echan la mano a donde sea.
Todos le echaron sus manos a su hombro para decirle que lo compadecían.
Todos le echaron la mano al hombro para decirle que lo compadecían. 

Cuando el plural parece necesario para evitar extrañezas, también hay soluciones que sortean este horrorismo: Se fueron a sus esquinas a escuchar sus chirigotas.
La sencilla: Cada uno se fue a su esquina a escuchar su chirigota.
Y la rebuscada alargapáginas: Se fueron a sendas esquinas a escuchar sus chirigotas respectivas.

El problema de tirar de plural a troche y moche es que quizá no se diga lo que se quería.
A ellos los preparaban para mantener a sus esposas y a sus hijos. Los emigrantes les mandaban a sus familias remesas de dinero y ropa.
Está claro que hablamos de hombres polígamos y muy responsables, pues se ocupan de la familia que han formado con cada una de las esposas. ¡Ah!, que no; pues entonces, la redacción debe ir así:
A ellos los preparaban para mantener a la esposa y los hijos. Los emigrantes le mandaban a la [su] familia remesas de dinero y ropa.
O bien (más recargadito):
A ellos los preparaban para mantener a su esposa y a sus hijos. Los emigrantes les mandaban a sus respectivas familias remesas de dinero y ropa.

O sea, cada vez que aparezca un plural hay que preguntarse si cabe el singular.
Los óvulos fecundados se transforman en semillas; los ovarios que los rodean se hinchan y maduran.
Los óvulos fecundados se transforman en semilla; el ovario que rodea a cada una se hincha y madura.
Porque no es cierto que un óvulo dé varias semillas ni que cada uno esté rodeado por unos cuantos ovarios.

¿Cuántos destinos sueña una madre para su hija? Puede que varios, pero si la buena mujer solo vislumbra un futuro afortunado, mejor no sugerir que son varios. Y madre no hay más que una; eso ya lo teníamos claro, ¿no?
Las mujeres que no vistieron el tul ilusión tuvieron que buscarse destinos distintos a los que sus madres habían soñado para ellas.
♦ Las mujeres que no vistieron el tul ilusión tuvieron que buscarse un destino distinto al que su madre había soñado.
♦ Las mujeres que no vistieron el tul ilusión tuvieron que buscarse un destino distinto al que sus madres respectivas habían soñado para ellas.

Otras veces el plural describe con precisión los límites.
La mayoría de las tribus se replegaron cuando sus zonas se convirtieron en campos de batalla. (Cada tribu tenía varias zonas y cada zona fue varios campos de batalla).
La mayoría de las tribus se replegaron cuando su zona se convirtió en un campo de batalla. (Cada tribu tenía una zona y cada zona fue un campo de batalla).

Y usar el singular puede servir para bajarle los humos a alguno.
Los hombres que tienen coches grandes necesitan aparcamientos especiales.
♦ Los hombres que tienen un coche grande necesitan un aparcamiento especial.
♦ Los hombres cuyo coche es grande necesitan un aparcamiento especial.

En ocasiones, el plural hace que el relato quede muy raro.
Los soldados levantaron los escudos. Algunos se llevaban las manos a las gargantas.
Ahí te imaginas a cada soldado manejado varios escudos con las manos (con sus dos manos, por supuesto; ambas manos, que sííí). Claro que debía de ser un relato de ciencia ficción cuyos personajes tienen varios cuellos (¿y cabezas?); pero si eran romanos normales y corrientes, la cosa debe ir, por ejemplo, así:
Cada soldado levantó su escudo. Algunos se llevaban las manos a la garganta.
O incluso:
Los soldados levantaron el escudo. Algunos se llevaban las manos a la garganta.

Así que ante la duda, singular; y, ante la duda, sin posesivo.