¿Que para qué sirve el punto y coma? La pregunta es para qué no sirve; en un texto, claro, si es para desembozar una tubería no se puede esperar que ese signo híbrido saque de un apuro.
Es más fácil encontrarle utilidad si se ve que une fragmentos de texto que si se piensa que los separa. Cuando lo miras con esos ojos, el punto y coma se convierte en tu amigo, uno de esos que siempre está en los momentos difíciles, cuando las comas revolotean pero no ayudan en nada y los puntos hacen que parezca que no sabes escribir seguido; cuando unos puntos suspensivos intentan interponerse entre el texto y la sencillez; cuando los dos puntos anuncian pero no concluyen; y cuando ya no sabes cómo hacer que las ideas no queden ni deslavazadas ni enzarzadas. Y todo lo anterior es un ejemplo de lo útil y estiloso que resulta un punto y coma.
Hay quien, habiendo redactado páginas y páginas de textos de diversa índole, no ha escrito un punto y coma en su vida; y no por no haber tenido ocasión, sino porque todo lo mestizo desconcierta. A pesar de ello, los punto y coma son tan sufridos y tan entregados que, sin tener en cuenta el menoscabo al que se los somete, siempre están dispuestos a cumplir su cometido; no obstante, no hay que forzar su aparición ni sentirse obligados a mostrarles reconocimiento.
Y aquí se podría acabar el cuento; pero, por si no ha quedado claro, a continuación va la descripción de algunas oportunidades para poner un punto y coma.
—Une dos oraciones que tienen bastante que ver, aunque son independientes.
La revisión del gas me tocaba esta tarde; de cinco a siete decía el aviso que iban a pasar. Le he pedido al tipo que empezara por mi piso porque tenía que irme y no me ha hecho ni caso; y encima que me ha dejado la última, ha aparecido con una sonrisita de sobrado que para qué.
—Indica que tras él va una explicación de la oración que lo precede; esa explicación puede concretar o ampliar la información. Claro que eso mismo pueden hacerlo los dos puntos; cuestión de gustos.
El punto y coma es como un primo lejano; coincides con él de vez en cuando, pero no se te ocurre llamarlo para ir a comer.
—Uno de los servicios más apreciados de los prestados por el punto y coma es hacer de coma cuando las cosas se complican. ¿Que aparece una serie larga y compleja de detalles?; pues ahí llega el punto y coma al rescate.
Aprovecho para dar las gracias al loro que oía a través de la ventana por la mañanas y me hacía mucha compañía, aunque había días que el pájaro no decía ni mu; al camarero del bar de la facultad, el que le ponía espuma al café, no el sieso que ni plato te daba para aguantar la taza; al inventor, al técnico y al calibrador del espectrofotómetro, sin el cual no habría habido datos que analizar y todo hubiera sido para nada; al encargado de la fotocopiadora, al responsable de publicaciones y al informático del departamento, que siempre me han salvado de las catástrofes que amenazaban que esta tesis llegara a buen puerto; y finalmente, a mi mamá, a mi papá, a mi hermano pequeño y a nuestro querido chucho.
Siguen siendo unos agradecimientos largos, pero, al menos, los punto y coma ponen orden en ese marasmo de conjunciones y comas; y dan la oportunidad de respirar.
—Es conveniente que una consecuencia vaya unida a su causa. Representar esa unión mediante un punto y coma es un recurso estilístico muy marcado; desaparecen los ya que, puesto que, así que, eso es porque (son locuciones conjuntivas) y a buen entendedor le sobran hasta las pocas palabras y le basta el punto y coma (esa manera de unir dos frases se llama yuxtaposición).
Por fin sale el sol; voy a tender la ropa. Venga a sacar el santo en procesión; dos semanas sin parar de llover. Tanto quejarse de la sequía; con el manto encogido tendrá que salir en Semana Santa.
—Y viceversa; cuando se anticipa la consecuencia, mejor que la causa parezca cercana; eso lo hace con mucha eficacia el punto y coma.
Lo que no puede hacer nunca un punto y coma es cerrar un párrafo o un texto; parecería que ha habido algún error y ha desaparecido el fragmento que seguía.
—Pone orden en las enumeraciones, tanto si sus elementos están todos seguidos como si cada uno va en una línea.
Para preparar el baba ganush, o mutabbal, sigue los siguientes pasos: 1) asa en el horno un par de berenjenas enteras; 2) ponlas directamente sobre la llama de la cocina para que adquieran gusto de brasa (si tienes vitrocerámica o inducción esto te lo pierdes); 3) pon su pulpa con el resto de los ingredientes en la batidora; 4) tritura la mezcla y pruébala; 5) añade algún ingrediente a la pasta obtenida si te parece que está desequilibrada; y 6) déjala reposar hasta que esté a temperatura ambiente.
¡Ah!, que no he enumerado los otros ingredientes. Esto es lo que hay que añadir:
♦ tahina, con generosidad y tras mezclarla bien, que en el bote se separa la parte sólida del aceite;
♦ aceite de oliva, un chorro, pero sin pasarse, que la tahina ya es bastante oleosa;
♦ ajo según el gusto y si gusta, si no, pues no se pone;
♦ zumo de limón, con cuidado de que no se imponga el gusto ácido;
♦ y yo le pongo un poquito de menta porque me gusta el toque que le da, pero este ingrediente no está en las recetas ortodoxas.
Sí, cierto, todos esos punto y coma podrían haber sido puntos; y también podrían haber sido comas. De nuevo, cuestión de gustos; pero el baba ganush pierde mucho sin ajo.